El botijo defectuoso

Una vieja señora china poseía dos grandes botijos de barro, cada uno suspenso a las extremidades de una vara, que ella llevaba en las espaldas.
Uno de los botijos estaba con una hendedura y el otro era perfecto.
Este último estaba siempre lleno de agua al final del camino, de la fuente hasta casa, en cuanto aquel hendido llegaba siempre medio vacío.
Por largo tiempo la cosa fue en frente así, con la señora que llegaba en casa con solamente un botijo y medio de agua.
Naturalmente el botijo perfecto era muy orgulloso del propio resultado y, el pobre botijo hendido tenia vergüenza de su defecto, de lograr hacer solo la mitad de aquello que debería hacer.
Después de dos años refletando sobre el propio amargo derroche de estar hendido, el botijo habló con la señora durante el camino: “tengo vergüenza de mí mismo, porque esta hendedura que tengo me hace perder la mitad del agua durante el camino hasta su casa”.
La viejita sonrió: ¿Tú has visto que bonitas flores hay solamente de tu lado del camino? Yo siempre supe de tú defecto, sin embargo, planté semillas de flores en la orilla del camino, de tu lado. Y todos los días, en cuanto volvíamos, tú las regabas.
Por dos años pude recoger aquellas maravillosas flores para adornar la mesa.
Si tú no fueses como eres, yo no había tenido aquellas maravillas en mi casa.
Cada uno de nosotros tiene su propio defecto. Pero el defecto que cada uno tenemos es que hace con que nuestra convivencia sea interesante y gratificante.
Es necesario aceptar a las personas por lo que son . . . y, descubrir lo que cada uno tiene de bueno.
Por lo tanto, mi “defectuoso” amigo, deseo que tengas un buen día y no te olvides de regar las flores de tu lado del camino.

(Autor desconocido)

Manuela Rodriguez